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Los Años Viejos la antesala de mejores días

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Los Años Viejos la antesala de mejores días

Los ecuatorianos en pocas horas quemaremos el Año Viejo 2014 y recibiremos con alegría y esperanza al Nuevo Año 2015. El año que termina fue muy bueno y bueno para miles de compatriotas pero también debió ser regular o malo para muchos ecuatorianos. El 31 de diciembre las familias se reúnen para elaborar el Año Viejo y quemarlo a la medianoche.
La fiesta de los años viejos es una expresión sociocultural arraigada en la vida de los ecuatorianos. El último día del año, en nuestro país se celebra un ritual de fuego que representa la muerte o culminación de un ciclo y el nacimiento de otro, señala en el libro: Los Años Viejos editado por el FONSAL en el año 2007, el Historiador e investigador del Archivo Histórico del Guayas Angel Emilio Hidalgo.

En los barrios, calles, avenidas, plazas y lugares públicos del país, las personas se reúnen y en medio de vivas, abrazos y manifestación de buenos deseos, cuentan los minutos para que termine el año y quemar entonces al Año Viejo, mientras expresan su intención de dejar atrás los momentos negativos y sostenerse en la esperanza de un nuevo año más propicio y favorable, puntualiza Angel Emilio Hidalgo.

Son pocos los documentos que aluden al origen de la fiesta de Fin de Año. Abundan, en cambio, relatos que nos remiten a periodos diferentes de la historia, que sugieren diversas fuentes y puntos de inicio de esta inveterada costumbre. La versión más antigua que escarba en los orígenes de los años viejos nos la ofrece el cronista e historiador guayaquileño Modesto Chávez Franco, en el relato “El verdugo”, de sus Crónicas del Guayaquil Antiguo (1930). Chávez Franco insinúa que el nacimiento de esta costumbre popular hay que encontrarlo en el simbólico proceso inquisitorial contra el judío que se desarrollaba en Semana Santa, como recordatorio de la traición de Judas Iscariote, y que los misioneros españoles introdujeron en tiempos de la Colonia, agrega el Historiador.

El 31 de diciembre desde tempranas horas de la mañana en los portales de las casas se podía ver los preparativos para alzar las casuchas o las tarimas en las que se colocará el o los “viejo(s)”, revela en la obra: Los Años Viejos la Comunicadora Social María Belén Calvache.

Los años viejos los realizaban en todos los barrios, las familias, las jorgas, las instituciones públicas y privadas, pero además, las instituciones de seguridad nacional. Al principio al muñeco se lo vestía con la ropa que ya no se iba a usar o que traía malos recuerdos del año, como la camisa que uno llevaba cuando la novia termino la relación, los zapatos y el pantalón viejos. La construcción del monigote se realizaba a partir de la recolección de ropa de cada uno de sus creadores. Y su identidad típica era la de un viejo con su barba larga y blanca partida en dos, subraya María Belén Calvache.

Estos muñecos estaban acompañados de dos o más cirios, a sus pies se colocaba una escudilla para recoger la limosna que se acumulara durante la velación. Los muchachos vestidos de viudas, payasos, diablos velaban al monigote y llamaban la atención de los transeúntes al grito de: “¡Una limosnita para el viejito!” o “¡Un socorro para el año viejo!”. A las once de la noche se realizaba una especie de traslado fúnebre. El año viejo y su cortejo, a pie o en carros alegóricos, recorrían las calles del barrio para recoger las últimas limosnas que se invertirían en la cena y el velorio, relata.

A continuación procedía la lectura del testamento del Año Viejo, que consistía en el recuento de los bienes y los males del año que son dejados a todos sus hijos, y que sería leído minutos antes por el escribano. Tras la lectura del testamento la gente esperaba impacientemente el cañonazo que indicaba las doce de la noche, el sonar de las sirenas de las fábricas al unísono con las campanas de las iglesias y junto con el pito de los autos que festejaban la llegada del año, expresa la Comunicadora.

El fuego y la muerte del monigote
En el artículo publicado en la obra: Los Años Viejos por María Belén Calvache, se indica que para el psicólogo Rodrigo Tenorio (1995), el quemar el monigote que representa al año viejo, se lo puede definir como un acto mágico y simbólico que construye un abismo de tiempo entre dos momentos: el pasado y el futuro. Es decir el año vivido forma parte irreversible de lo que nunca volverá a ser y aparece el futuro como un camino incierto y por hacer, como única realidad con la que es posible contar.

El ritual del fuego, a través de la quema del monigote, significa un momento de ruptura en la vida de los seres humanos. Los montones humeantes de ceniza en las esquinas de la ciudad en los primeros minutos de enero, revelan y ocultan muchas cosas de lo que quedó de un ajusticiamiento popular e imaginario en el que se pueden escuchar frases como ¡Préndele, que tiene que quemarse todo! ¡Que viva el Año Viejo! ¡Ahora te vas ha quemar, todo te vas ha quemar! Todos quieren quemar los males del año que termina para poder pasar al próximo.

Actualmente la celebración del Fin de Año es una de las más esperadas en nuestro país, de ella participan personas de todas las edades. En el transcurso del día 31 de diciembre, en los barrios de Quito, se puede apreciar en cualquier punto de la ciudad, grupos de amigos o parientes trabajando en la elaboración del “viejo”.Este personaje requiere toda una preparación que no incluye solamente la elaboración del monigote y su escenografía, sino la puesta en escena de un séquito compuesto de viudas y disfrazados, que lo acompañarán durante la tarde y noche poniendo la nota de humor alrededor del muñeco, expresa en el libro: Los Años Viejos la Historiadora Martha Flores.

El Instituto Metropolitano de Patrimonio hace extensivo a toda la ciudadanía de Quito, el Ecuador y el mundo los mejores deseos para el año que comienza sea lleno de éxitos y hace extensivo el compromiso de trabajar arduamente por la conservación, preservación y salvaguardia del patrimonio material e inmaterial del Distrito Metropolitano de Quito, Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad.