De los tantos miles, o millones, de ciudades del mundo, solo unas pocas detentan el título de patrimonio cultural de la humanidad. No porque en todas ellas no haya vivido gente, desmadejado la trama de sus vidas, sus pasiones, sus aspiraciones, y dejando huella de su cultura, que es lo distintivo de los seres humanos, sino porque solo en algunas de ellas ese testimonio del pasado es de una calidad extraordinaria y se conserva, además, con esmero, cuidándolo y protegiéndolo.
