Antes de que la ciudad se dispersara y sus centros de convergencia se perdieran en medio de la liviandad y la diáspora urbanas quito tenía un eje: la plaza grande. Y un lugar, en sus alrededores, en el que lo público y lo privado se fusionaban en el chismorreo y las conspiraciones cotidianas: el café. Desde el hotel metro hasta el madrillón, pasando por el célebre café 77. Porque, como afirma Eduardo Debry, el café es “el lugar de transición entre el espacio público y el privado, el café es el lugar donde la subjetividad se cultiva y evoluciona […]
