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El Canto del Ruiseñor

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El ruiseñor cantaba. Al comienzo fue como explosión de alegría melodiosa, un chorro de arpegios fáciles que se desempeñaban como un sonido de perlas, rebosantes contra el cristal de un armónico.

Primera pausa. Enseguida elevase un trino de agilidad maravillosa, extraordinariamente sostenido, del que se desenlazaba como una energía de ensayo, un arrebato de valor, un desafío enviado a un rival desconocido.