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El Camino de Hierro

Desde mediados del siglo XIX, la gente ha visto al ferrocarril como una máquina indispensable. Pero ha sido también mucho más que eso: un símbolo de modernidad y de progreso, un instrumento de cultura, y hasta el objeto de un culto secular a la civilización que vence a la barbarie. A partir de su invención y en menos de cien años, los ferrocarriles cubieron todo el globo terráqueo. Se extendieron por las planicies de Inglaterra, las alturas de los Alpes, el lejano oeste norteamericano, los reinos de la inmensa India, las tierras bajas o las breñas de los Andes de Sudamérica, las interminables estepas de Siberia, las profundidades de las selvas africanas.