Saltar al contenido

El Comisionado Regio

  • por

El año de 1816 fue trágico para la revolución independentista hispanoamericana. Todo lo que había comenzado con tanta ilusión en 1808 y 1809 (aunque, si se quiere, también con tanta incertidumbre y tantas vacilaciones) parecía a punto de ser derrotado para siempre, por un monarquismo absolutista, tanto más intransigente cuanto más carente de futuro. Y en el campo independentista, que casi en todas partes se batía en retirada, lejos de haberse logrado una clara unidad de propósito, subsistían los conflictos intestinos de las “patrias bobas” que, precisamente, habían sido la causa principal de su fracaso.