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Quito casa adentro narrado por mujeres

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Uno de los aspectos más sorprendentes —y atractivos— del estructuralismo de mediados del siglo pasado anunciaba una curiosa despersonalización narrativa: los relatos —nos decía— no son expresados por sus emisores sino que, al contrario, son los narradores quienes son “expresados” por los relatos. Que es otra manera de decir que las instituciones que habitamos, los espacios mismos en los que nos desenvolvemos tienen su propia lógica histórica, su propia trama y argumentación, que la aparente solidez de la identidad humana oculta, tras su desesperada búsqueda de autonomía, una fragilidad insospechada. No contamos el mito, decía Levy Strauss, sino que somos contados por él.