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Rumipamba aporta más datos sobre formas de vida en el Formativo

El Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) continúa desarrollando investigaciones arqueológicas para recopilar más detalles de los antiguos habitantes de Quito, específicamente delimitar las áreas de ocupación, sean estas domésticas, artesanales o para actividades determinadas.

Al interior del Parque Arqueológico y Ecológico Rumipamba, abrimos un nuevo frente para la prospección 132 m² fraccionados en unidades de 1 m², donde –por el lapso de tres meses- buscamos vestigios y material cultural que permita establecer o corroborar información relacionada con los pueblos que habitaron la zona, durante el Periodo Formativo (3.500 – 500 a.C.).

La búsqueda está a cargo del arqueólogo Daniel Soria, quien con su equipo aplicó tres herramientas tecnológicas no destructivas, que por primera vez se usan en conjunto: magnetometría, georadar y tomografía. Estas facilitaron identificar áreas de interés que ayuden a comprender la actividad humana, con resultados a diferentes profundidades y tipos de suelo.

La zona analizada corresponde a espacios que en el pasado fueron afectados por eventos naturales, como lahares y aluviones, que descendieron desde la cordillera modificando el suelo desde hace dos mil años, explica. De ahí se recuperó restos de material cultural y artefactos de uso cotidiano, como fragmentos de obsidiana, usada comúnmente para cortar, roer, raspar.

“Confirma una ocupación intensiva en la zona”, aunque si bien no era un contexto doméstico primario, da cuenta de lo que ocurría en áreas periféricas a los asentamientos, las formas de organización, provisión de materiales, e incluso cierta abundancia de algunos de estos, pues para desecharlos se estima que debieron tener una cantidad suficiente, puntualiza el arqueólogo.

Según estudios anteriores, la obsidiana –una variedad de vidrio volcánico- se extraía de las minas ubicadas al oriente del Distrito Metropolitano de Quito, como los abrigos rocosos en Mullumica (cercana a la actual población de Pifo), y desde allí se distribuía a los distintos asentamientos como Rumipamba, Cotocollao y Tagshima, en el cerro Casitahua (sector de la actual parroquia rural de Pomasqui), para su procesamiento y uso posterior.

Desde abril, la investigación se trasladó al laboratorio, donde se procesa el material recuperado y somete a pruebas especializadas, cuyos resultados se prevé obtener en junio.