Barbería-peluquería tradicional cerca de colgar las tijeras

En uno de los emblemáticos pasajes del Centro Histórico, subsiste un oficio que ha perdurado a lo largo del tiempo: el de peluquero-barbero. Desde hace décadas, estos maestros del peine y la tijera han jugado un papel fundamental en la vida cotidiana de los quiteños. Los salones no solo son un lugar al que se acude por un corte de cabello o a afeitarse, sino que se convierten en espacios de socialización donde los clientes comentan las novedades del día.

En el Quito del siglo XVIII, los barberos integraban una especie de élite que se destacaba entre otros grupos sociales. Esto se confirma al identificar que debían prepararse no solo para mejorar la imagen de sus usuarios, sino también para aprender métodos médicos, ya que, antiguamente, su trabajo incluía la extracción de piezas dentales, la realización de sangrías y otras actividades médicas menores.

Para desempeñar sus labores, utilizan dos tipos de tijeras: una recta, que sirve para reducir el tamaño del cabello, y otra dentada, que entresaca el cabello y reduce el abultamiento. Otros instrumentos de gran utilidad son una navaja desechable que se monta sobre un mango metálico para lograr una afeitada precisa y la máquina de afeitar, que les permite realizar un corte rápido y uniforme.

Luis Cevallos, practicante de esta labor por alrededor de 40 años, menciona que heredó este conocimiento de su padre y que, con el tiempo, ha definido su propia técnica que lo distingue de los demás, y le ha permitido complacer los gustos de sus clientes.

Actualmente, este oficio se encuentra en riesgo debido a la falta de aprendices que continúen con esta tradición. A pesar de que los portadores del conocimiento se han adaptado a nuevas tendencias y estilos, y el uso de implementos modernos para su actividad, sin dejar de lado las tradicionales, no han logrado incentivar a la comunidad a sumarse a este pequeño gremio y a preservar estas habilidades que forman parte de nuestro patrimonio inmaterial./ GT