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Imaginería enfrenta a la producción en serie

En época de la colonia existía la Escuela de Arte Quiteño, donde se enseñaban técnicas especiales para la producción de imágenes del catolicismo, a alumnos principalmente indígenas. El resultado fue vírgenes, ángeles, arcángeles y santos que reflejaban su habilidad y acercaban a los fieles al mundo de lo sagrado.

En la actualidad, quienes reproducen estos saberes son los imagineros, cuyo campo de acción se desarrolla entre la madera, el tallado, encarnado, estucado, dorado, aplicación de ojos y otras técnicas decorativas que continúan vigentes y se complementan con otras modernas, destinadas a reducir costos o cumplir con los anhelos de los clientes.

La imaginería es el arte de tallar imágenes y la habilidad está en transformar un tronco de madera, en una escultura. Se desarrolla en conjunto con otras relacionadas directamente, como la taracea (arte de incrustar pedazos de madera de distintos colores, que además puede incluir hueso, plata, nácar y conchas) o el repujado.

En pleno Centro Histórico de Quito, sobre la calle Espejo y Montúfar, sobrevive el taller de arte Sangurima que acoge a un grupo de artesanos “necios”, como los define Marco Antonio Díaz -uno de los asociados- que por más de tres décadas persiste en este oficio, parte de nuestro patrimonio inmaterial.

Él obtuvo una beca para aprender el oficio en el desaparecido taller Bernardo de Legarda y reconoce que ha sido una lucha constante seguir con su pasión, debido a la dificultad de exponer o comercializar sus obras, por el costo que implica el trabajo personalizado y la desventaja que representa, frente la producción industrial o mediante maquinarias que facilitan crear réplicas en serie.

“Ha sido difícil porque tenemos que mantenernos”, y con el paso del tiempo cada vez se logra vender menos obras, a causa de la situación económica; sin embargo, también depende del conocimiento del trabajo que implica la creación de la pieza y poner en valor este, al tratarse de un artículo personalizado. “Nosotros hacemos algo único desde el principio, desde un pedazo de madera. Es distinto a hacer un proceso en serie, donde se hace en masa y el costo se reduce”, enfatiza.

Por eso invita a los ciudadanos a conocer este trabajo, para valorarlo, llevarse una pieza única a sus hogares y contribuir a su permanencia al hacerlo sustentable. Solo así se logrará que otras personas se animen a continuar con este oficio que en la actualidad no tiene herederos, pues las generaciones jóvenes no lo ven atractivo./ ARS