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Festividades patrimoniales en San Antonio de Pichincha

El 13 de junio, la iglesia católica celebra a San Antonio de Padua, un sacerdote franciscano portugués fallecido ese día, en el siglo XIII. En el Distrito Metropolitano, San Antonio de Pichincha tomó el nombre del santo en 1901, cuando fue elevada a la categoría de parroquia.

La historia de esta población data de antes del siglo XVI, cuando era un asentamiento autóctono, ubicado en las faldas del volcán Pululahua y se llamaba Lulubamba, nombre tomado de la llanura por la que se extendía.

Fue creciendo a lo largo del antiguo camino hacia Puéllaro y Perucho y la vía de acceso a las minas de cal. Con el tiempo, recibió a residentes vinculados a Quito, por su cercanía con la capital. En la actualidad acoge a cerca de 50.000 habitantes.

La fiesta en honor a su patrono, tradicionalmente ha tenido una importante presencia entre los devotos; sin embargo, durante los últimos años, se ha vinculado también la conmemoración de parroquialización.

La diversidad de manifestaciones que la integran, se preparan con anticipación. Un año atrás, se conforma el grupo de priostes, tomando en cuenta a los fieles de los distintos barrios, como: Santo Domingo Bajo, Catequilla, Equinoccial, Santa Clara, Alcantarillas, El Calvario, San Eduardo, La Marca, entre otros. Meses antes, programan eventos para recaudar fondos y la población se prepara para las distintas actividades, que arrancan al finalizar el mes de mayo, con la peregrinación de la imagen de San Antonio; y tiene su momento cumbre el 13 de junio.

Al final de la tarde, el rezo de la novena aglutina a la comunidad religiosa tanto en la iglesia central, como en distintos barrios anfitriones. Ya en la noche, los priostes ofrecen una serenata al santo, cuya imagen observa los entretelones de la música y baile desde el atrio del templo; prenden juegos pirotécnicos al son de las bandas de pueblo o exhiben danzas en su honor.

Una tradición destacada es el llamado albazo, un ritual en el que ingresan los fieles al templo, con flores y sirios; y grupos de danzantes, bandas, disfrazados e invitados muestran su agradecimiento por los favores recibidos. Al final del acto, los priostes ofrecen desayuno a los participantes.

El propio día de la fiesta, arranca con un desfile cívico que copa las calles y culmina en el parque central. Allí se apostan puestos de venta de comida tradicional y la gente se abre espacio para el descanso, mientras espera el inicio de la eucaristía. Acabada la misa, los priostes entregan pan o fruta a los acompañantes e inicia una nueva procesión encabezada por la imagen de San Antonio, a los acordes de una marcha religiosa entonada por la banda, y los rezos y cánticos coreados por los asistentes.

La dinámica se repite y por su tradición, forma parte del patrimonio inmaterial del Distrito Metropolitano./ ARS