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Canastos libran batalla contra el plástico

El tejido de canastos es más que un oficio, es una manifestación cultural que refleja la identidad de diversas comunidades del Distrito Metropolitano de Quito. Antes que el plástico invada el mundo, estas se usaban para múltiples propósitos: desde la recolección de productos agrícolas, hasta el almacenamiento de alimentos y el transporte de productos del hogar.

El único insumo para su fabricación es el carrizo, una planta silvestre que se propaga de forma natural, crece en zonas húmedas y pantanosas y en distintas zonas climáticas. Además, se puede cosechar durante todo el año, siendo óptimo su corte cuando está maduro.

Jaime Vega, artesano dedicado a la cestería y natural de la parroquia rural El Tingo, aprendió el oficio “desde el vientre de su madre”. A sus tempranos años, ayudaba -junto con sus hermanos- en todo el proceso de elaboración. Actualmente, aunque sus hijos no practican este arte con frecuencia, se siente orgullo de haber transmitido su conocimiento para mantener viva esta tradición familiar de hace más de cuatro generaciones.

Para hacer una canasta inicia recolectando el material de su propia huerta. Luego lo limpia, raspando la cáscara para luego obtener de 10 a 12 tiras de fibras. Con manos ágiles y una técnica perfeccionada con la práctica, entrelaza las varas creando patrones que le dan forma, según las especificaciones del cliente o los modelos más demandados. Finalmente, añade una orejita como manilla y está lista para ir a su nuevo hogar.

A pesar de su belleza y valor cultural, este oficio enfrenta desafíos como la competencia con productos industriales más baratos y la falta de reconocimiento y apoyo. Sin embargo, miembros de la comunidad muestran su interés por su belleza, habilidad y la emoción de esos artículos que les lleva a su infancia. Talleres y ferias culturales son algunas de las iniciativas que buscan dar visibilidad y valor a estos productos únicos.

Así que, la próxima vez que veas un canasto de carrizo, piensa en todo lo que representa. En las manos que lo hicieron, en las historias que guarda, y que, con cada compra, ayudas a salvaguardar nuestro patrimonio inmaterial./GT