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El Señor del Árbol: ícono de la identidad pomasqueña

Pomasqui se viste de gala cada año para honrar al Señor del Árbol. Este festejo, que combina ritos religiosos y celebraciones populares, es una manifestación viva de nuestro patrimonio que visibiliza las tradiciones y costumbres de esta parroquia rural, ubicada al norte de Quito.

Para sus habitantes, es mucho más que una fiesta: es un momento de reencuentro con sus raíces, memoria histórica e identidad, que transcurre durante el mes de julio, entre rezos, cantos y bailes. Motivada por la fe y devoción a esta santidad, reúne a la comunidad y atrae a familias de otros sectores. La organización está a cargo de 160 priostes, liderados por una directiva, quienes se encargan de afinar los detalles de las festividades.

Para Fabián Gómez, presidente de los priostes 2024, es un honor ser electo entre tanta gente del pueblo para desempeñar esta labor, ya que es una forma de enaltecer y agradecer a esta deidad, por los favores recibidos. A la religiosidad se suman manifestaciones transmitidas de generación en generación y se representan en comparsas, juegos pirotécnicos, danzas, música y principalmente la solidaridad y unión. En su caso, el priostazgo provino de sus padres, especialmente de su madre –ahora fallecida-, quien desde algo más de 20 años fue parte de los rituales.

La imagen del Señor del Árbol visita los hogares de las familias, donde lo acogen con rezos, flores, cirios y alimento para los acompañantes. Posteriormente, la comunidad acude al templo principal cada noche para la novena y misa. A la salida, los priostes les despiden con el “compartir”, que no es otra cosa que un refrigerio preparado en sus hogares, con el que agradecen la presencia de entre 400 y 500 personas cada día.

El día principal de la fiesta, que para este año corresponde al sábado 14 de julio, todo se activa desde la madrugada, pues el “albazo” convoca a los fieles a recorrer las principales calles con la imagen tallada en madera del árbol kishwar y el rostro esculpido por Caspicara. La banda de pueblo pone las notas en la caminata, que concluye en el templo. Por la tarde, más de 80 comparsas danzarán en pleitesía al patrono de Pomasqui, se prenderán sendos castillos y vacas locas (juegos pirotécnicos) y bailarán al son de la música popular. No obstante, las actividades de la nutrida agenda continuarán los siguientes días con una dinámica similar.

Aunque no se conoce con exactitud el origen de esta devoción, los registros más antiguos datan de 1750. La leyenda comenzó cuando Jerónimo Guañuna, un indígena del lugar, encontró a su mula arrodillada frente a un frondoso árbol de kishwar después de la misa dominical. Los frailes del convento mayor de San Francisco, al escuchar la historia y ver la peculiar forma del árbol, decidieron tallar el tronco, cuyas ramas parecían brazos levantados al cielo, y colocar la cabeza creada por el afamado escultor indígena Manuel Chili Caspicara. La figura original reposa en la iglesia de la parroquia y solo sale con resguardo para encabezar la procesión y una réplica lidera la programación.

IMP/ GT