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¡De vuelta a la diversión!

Los juegos tradicionales van más allá de un simple pasatiempo. Representan un viaje en el tiempo, ya que estas prácticas, transmitidas de generación en generación, revitalizan el ingenio y la cultura popular que ha perdurado en barrios y comunidades del Distrito Metropolitano de Quito. Sin embargo, al igual que muchas tradiciones, están en peligro de desaparecer, con lo que perderíamos una parte esencial de nuestra identidad colectiva y patrimonio intangible.

Actualmente, jóvenes y adultos recuerdan con afecto su infancia y las tardes en las que se reunían con sus amigos para jugar al Florón, San Benito, entre otros. Cada uno, con sus propias dinámicas y canciones, se disfrutaban en patios, parques y calles.  Ambos reflejan la creatividad y el trabajo en equipo.

Preservar estas costumbres es conservar nuestras raíces, aquellas que nos conectan con los abuelos y sus historias. En un mundo donde las pantallas predominan, revivirlos y practicarlos nos permite rescatar momentos de comunidad y alegría sencilla. Cada vez que jugamos, fortalecemos un vínculo con el pasado y aseguramos que este conocimiento perdure.

Te contamos en qué consisten, para que te animes a revivirlos en esta época de verano, que en los años de infancia eran sinónimo de vacaciones escolares.

El florón

Es una actividad lúdica de ingenio y sigilo, para la que un grupo de personas se coloca en fila. Todos con las manos juntas como si guardaran un secreto, y de hecho, lo hacen. Ese secreto es el florón, un pequeño objeto -que puede ser desde una moneda, un botón o un simple grano de maíz- que llega a las manos de uno de los participantes cuando el líder las pasa rosando, mientras todos cantan: el florón está en mis manos, de mis manos ya pasó, las monjitas Carmelitas se fueron a Popayán, a buscar lo que han perdido debajo del arrayán, ¿dónde está el florón? Antes de finalizar la canción, el florón debió haber sido transferido disimuladamente, para despistar al resto.

Al pronunciar la última sílaba del canto, el último jugador al que se le topó las manos, debe adivinar dónde quién quedó el objeto. Si acierta, el que lo tenía recibe una penitencia, y si falla, él la recibirá.

San Benito

Juego que combina la velocidad, estrategia y un toque de dramatismo. Requiere espacio amplio, porque se corre, salta y grita. Inicia con un grupo de participantes formando una cadena humana, con los brazos entrelazados. Una persona hará el papel de San Benito, que camina a alrededor dando consejos como un sabio: no confiar en extraños, ni caer en tentaciones.

Él designará un vigilante, a cargo de quien dejará al grupo, mientras se marcha. Ahí aparece otro jugador personificando al Diablito, ser travieso que busca captar a los niños con preguntas como: ¿quieren pan?, ¿quieren queso?, ¿quieren helado? La respuesta siempre debe ser no, pero si el Diablito se aburre de tanta negativa, selecciona a un niño y lo arrastra consigo. Ahí es cuando todos gritan: ¡San Benito, nos lleva el diablito!

Ante el grito urgente, San Benito regresa rápidamente para rescatarlos, antes que sea demasiado tarde. El juego continúa hasta que el diablito logra llevarse a todos o San Benito demuestra ser más ágil y lo evita.