El juego de la pelota nacional es una de esas tradiciones que pasan de generación en generación, llevando consigo siglos de historia y cultura. Componente del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI), este deporte sigue vibrando en el sur occidente de Quito.
En el estadio del barrio Mena 2, renace los martes, sábados y domingos, de la mano de jugadores de todas las edades que llevan la pasión, camaradería y herencia en las venas. Lo disfrutan dentro, como fuera de la cancha.
De esto da fe don Mauro, de 70 años y natural de la provincia del Carchi, pero habitante de Quito desde su adolescencia. Él comenzó a jugar a los 12, siguiendo la tradición de su padre y abuelo, y “lo lleva en la sangre”. Aunque por la exigencia física ya no puede participar activamente, sigue involucrado en la práctica, ya como árbitro o fabricante de los implementos necesarios para el juego.
Las tablas y base de los guantes se elaboran con madera de eucalipto y están diseñadas para resistir el golpe con la pelota. La tabla tiene un mango con una cuerda que facilita sujetarla firmemente a la muñeca, y en el otro extremo, una raqueta cubierta de pupos de caucho, que permite el rebote de la pelota. Su costo varía entre los $100 y $200, según su tamaño y diseño, de acuerdo al uso al que esté destinada. Mientras, la pelota es de caucho con un peso de alrededor un kilo y un costo que supera los $25.
Para dar inicio a la partida, es necesario contar con cinco jugadores por equipo, aunque se ha adaptado para hacerlo en formatos con un menor número de intervinientes. La cancha es un espacio vertical divido en dos partes, delineadas claramente. La dinámica es similar a la del ecuavolei, incluso en que se deben acumular 15 puntos o “chicas”, y si un equipo gana dos se lleva el set o “chaza”.
Su origen se remota a la época de los incas, cuando jugaban con pelotas hechas con cuero de animales y tablas que se empleaban también para la agricultura. Su objetivo era ganar o conquistar terrenos, algo que se asemeja con la actualidad, cuando las apuestas en dinero son los réditos de los triunfadores.
Los portadores de esta manifestación patrimonial enfrentan desafíos para mantenerla viva: la falta de interés la nuevas generaciones, de incentivos, espacios para la práctica y de formación, competencia con deportes más populares, el alto valor de los equipos y apuestas, entre otros. Sin embargo, como lo menciona don Mauro, no cesa en sus esfuerzos para transmitir sus conocimientos y amor por la pelota nacional, como lo hizo con sus hijos y ahora con sus nietos.
IMP/GT