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Tras una cortina de años

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En el siglo XXI el mundo se ha achicado: las distancias ya no existen, el vertiginoso desarrollo tecnológico ha ido configurando la aldea global, lo local va desapareciendo y se cierne sobre todos la deshumanizante amenaza de convertirnos en habitantes de un mundo uniforme; súbditos a regañadientes de un solo reino regido por los dictámenes de la sociedad de consumo. Para hacerle frente al riesgo real de que este sombrío y alienante escenario termine atrapándonos y obligándonos a interpretar papeles que no queremos, hay que trazar estrategias desde la trinchera de la autoestima; desde el afianzamiento de un sentir social de valoración de nuestro patrimonio cultural; desde la actitud de asumir con orgullo la rica, pluricultural y multiétnica identidad colectiva que, como pueblo, hemos ido forjando a lo largo de nuestra agitada historia.