Osos, pavitos, gorriones, felinos, gallinas, símbolos que refuerzan la identidad ecuatoriana, el rostro de Atahualpa, símbolos religiosos y hasta una réplica de la iglesia central, cobran vida en las ramas podadas de árboles de ciprés. Estas esculturas, catalogadas como patrimonio intangible o inmaterial de la parroquia rural de Atahualpa, o Habaspamba por su antiguo nombre, se pueden apreciar en su cementerio.
De acuerdo a la técnica de elaboración, primero hay que esperar que el ciprés esté frondoso, proceso que dura cinco años aproximadamente, después de lo cual, es posible comenzar a darle la forma de la figura deseada. La técnica básica de modelado consiste en doblar las ramas y amarrarlas con piolas o, en algunos casos, cubrirlas con mallas y realizar cortes de formación. La figura queda completamente definida a los seis años, de acuerdo a las características del árbol y el sentido estético e inspiración del jardinero.
Las ideas surgen de la imaginación y creatividad de cada escultor que, mediante la experimentación, va perfeccionando los diseños y corrigiendo fallas. Los cortes se realizan manualmente con dos tipos de tijeras, dependiendo del grado de complejidad en la elaboración de los detalles de la escultura. Pero, existe un componente vital para esta actividad, el entusiasmo y amor, pues mientras realizan su tarea deben silbar, hablar y cantar a los árboles, para que sienten la energía positiva.
El cementerio fue creado en 1900, sobre terrenos donados y permanecía descuidado. Para 1985, por gestión de autoridades locales y eclesiásticas, ante el Municipio de Quito, se ejecutaron obras de mejoramiento integral. Esto motivó a una agrupación de jóvenes, liderada por un ingeniero agrónomo, a tomar la iniciativa de ornamentar el camposanto, a semejanza del ubicado en la ciudad de Tulcán (provincia del Carchi).
Con el apoyo de entidades del gobierno central y parroquial arrancó su proyecto, ahora consolidado, que no solo es de interés de las familias locales y poblaciones vecinas para su uso primario, sino que también se ha convertido en un punto de interés turístico-patrimonial.
Su cuidado y protección demanda ingentes esfuerzos para el combate de plagas y a la vez, nutrición y fortalecimiento de los árboles de ciprés, para el que usan fertilizantes orgánicos como humus de lombriz, compost y biol, elaborado artesanalmente (mezcla de leche, abono de cuy o res, alfalfa picada, cáscaras de huevo y ortiga). En la época de verano metódicamente riegan con dos litros de agua a cada árbol, cada ocho días.
La riqueza cultural del cementerio de Atahualpa está dada por las hábiles manos de sus jardineros, que con conocimientos heredados o aprendidos en la práctica, hacen de este, patrimonio de la parroquia y el Distrito Metropolitano de Quito.
IMP/ARS