El carnaval es una celebración popular que se reedita cada año, entre los últimos días de febrero y los primeros de marzo. Está vinculada a diversas creencias, como la festividad del Pawkar Raymi, que simboliza la culminación de un ciclo agrícola y el comienzo de otro o, desde la religión católica, como punto de inicio de la cuaresma, previo a la Semana Santa. En el Distrito Metropolitano de Quito, contamos con tres lugares donde las prácticas carnavalescas son patrimonio inmaterial: Amaguaña, Puerto Quito y el Centro Histórico.
En Amaguaña, parroquia rural ubicada al suroriente (en el Valle de los Chillos), la celebración inició en la década de 1950 por iniciativa de Delfín Sosa Lobato quien, inspirado en las fiestas de Guaranda, organizó un pequeño desfile. Decoró su camioneta y llevó en esta a sus hijas, elegantemente vestidas. Con el tiempo, el Club Deportivo Ecuador -del cual Lobato era miembro- asumió la organización. En los últimos años, un comité coordina las actividades mediante distintas comisiones responsables de cada componente: elección de la reina, desfile y encuentros culturales.
En sus inicios, los espectadores arrojaban flores y serpentinas desde los balcones al paso del recorrido, motivo por el cual se conoce hasta hoy como “Corso de flores y serpentinas”. Grupos folclóricos como cayambeñas, diablada pillareña, otavalos y zuleteños, junto con danzantes tradicionales, forman parte del espectáculo.
En el cantón Puerto Quito, especialmente en los recintos Virgen del Guayco y Puerto Rico, la comunidad revive las costumbres como lo hacen en la ciudad de Guaranda, ya que gran parte de sus habitantes provienen de la provincia de Bolívar. El agasajo empieza el sábado previo con la preparación y disfrute de comida típica, como el caldo de gallina y el mote con chicharrón, el canto de coplas improvisadas y juegos con harina, huevo y agua, que culminan con un baño en el río. El ambiente acogedor y alegre, ha motivado a otros sectores a sumarse a la jornada. Para solventar los gastos, los participantes ahorran durante todo el año. El momento más significativo es el ritual de contacto con el agua, símbolo ancestral de purificación del cuerpo y alma.
Y, en el Centro Histórico de Quito, la fiesta se manifiesta a través de expresiones artísticas protagonizadas por los vecinos de sus barrios, quienes participan con disfraces, máscaras, bandas musicales, danzas, bastoneras, yumbadas y carros alegóricos. Actualmente, la celebración se desarrolla a lo largo de cuatro rutas inspiradas en las avanzadas de los años setenta y ochenta, cuando grupos de amigos recorrían las calles hasta reunirse en plazas y piletas para jugar. Se trata de una iniciativa comunitaria, que fortalece la identidad barrial e integración de vecinos, familiares y ciudadanos en general.
Estos espacios participativos y dinámicos, que reúnen a personas de todas las edades, forman parte de nuestra identidad. Conocer y valorar estas expresiones, garantiza su continuidad y transmisión a las futuras generaciones.
IMP/GT