El sonido de una pesada bola de metal cayendo sobre la tierra, marca el ritmo de un juego, practicado principalmente por adultos hombres, que ha resistido el paso del tiempo: los cocos. Pese a que no existe suficiente sustento teórico o bibliográfico para validar su origen, hay algunos datos que ubican su inicio, en los procesos migratorios dados con la llegada de los españoles, en la época colonial.
Actualmente es patrimonio inmaterial del Distrito Metropolitano de Quito, y se mantiene activo especialmente en la parroquia de Chillogallo (sur de Quito), donde abre un espacio de encuentro y socialización que convoca a moradores de distintos barrios. Esto, motivó a la Administración Zonal Quitumbe, promueva la reedición del campeonato anual, en la temporada en que tradicionalmente se reservaba para el efecto, “finados”.
Los partidos se desarrollan en una de las seis canchas disponibles, con equipos integrados por entre 12 y 30 integrantes, aunque en la partida solo intervienen 8 y el resto se mantiene expectante por si son requeridos. Romeo Velásquez, directivo del juego, comenta que este año disputaron el torneo 4 equipos, provenientes de los barrios Espejo, Libertad, El Tránsito y Las Cuadras. Los encuentros se programaron para los domingos por la tarde y en distintos espacios.
Las reglas del juego son sencillas, pero su ejecución requiere alta precisión y destreza. Solo se necesitan cocos o rulimanes (esferas metálicas) y un espacio de plano de tierra, delimitado por una “bomba”, que no es otra cosa que una circunferencia de dos o tres metros de diámetro. Cada jugador lanza desde una distancia de diez o quince metros el rulimán, con la esperanza que se detenga lo más cerca posible del círculo para ganar el primer turno. Luego, con una técnica llamada “matar” o “coquear”, que consiste en sacar las piezas del equipo contrario del perímetro marcado, se desarrolla cada jugada, hasta descartar a todos los rivales. Quien lo consigue gana la “mesa”, llevándose el respeto y los aplausos de la audiencia.
Los tiros precisos, la estrategia de colocarse lejos del centro para evitar ser eliminado y el reto de apartar al oponente con un “pepo” son parte de la magia. Cada movimiento debe ser cuidadosamente planificado, respetando la postura que se marca antes del pase y las reglas. La jerga y gestos propios como “al ojo” para medir las distancias, “marido tiene” cuando un jugador elimina a otro, o “me alzo” cuando alguien decide retirarse, le dan un carácter especial.
Antiguamente se jugaba con pequeñas piezas de coco pulidas, que con el tiempo fueron sustituidas por huesos, mármol y, finalmente, por acero, haciéndolos más accesibles y duraderos y consolidándose como la ficha predilecta, aunque lo siguen llamando por el nombre con que se le conoció en sus inicios.
Don Romeo lamenta que haya perdido fuerza, debido a que llegó un momento en que las apuestas en dinero lo invadieron, dificultando la participación. Por eso, en la actualidad sus exponentes –mayoritariamente adultos de mediana edad o mayores- eliminaron el componente económico y fortalecieron el social y cultural. Sin embargo, los jóvenes aún no se sienten atraídos por esta manifestación patrimonial.
IMP