Los pingulleros del Distrito Metropolitano de Quito son portadores de una tradición sonora ancestral que combina la ejecución simultánea del pingullo, una flauta vertical de tres orificios, y la caja, un tambor bimembranófono. Esta dupla musical desempeña un papel central en las festividades religiosas y comunitarias, marcando el ritmo y el ambiente en celebraciones como el Corpus Christi, el Inti Raymi, San Juan y otras fechas ligadas al ciclo agrícola y ritual andino. Su música es el hilo conductor de comparsas y procesiones, convocando a la comunidad y preservando un vínculo vivo con la herencia precolombina.
En la parroquia de Alangasí, los pingulleros son figuras emblemáticas durante las festividades patronales y celebraciones eclesiásticas, donde asumen el liderazgo de los grupos de danza y la custodia de melodías transmitidas de generación en generación. En Chilibulo, la presencia de pingulleros se integra en un entramado ritual que conjuga ritos agrícolas, veneración a la Pachamama y prácticas de sincretismo religioso, resaltando la cercanía entre la comunidad urbana y sus raíces andinas. Allí, su música aparece en ceremonias vinculadas a la tierra y las cruces, aportando el matiz sonoro que distingue cada manifestación cultural.
Aunque en Zámbiza y Pifo los pingulleros participan en las festividades patronales y en actos litúrgicos, su presencia es menos documentada, pero igualmente esencial para dar corporeidad a las danzas de morenos, rucos y caporales. En cada una de estas parroquias, los pingulleros mantienen viva una tradición que enfrenta el desafío de la transmisión intergeneracional, resaltando la importancia de su figura como custodios de un patrimonio intangible que articula la identidad y el sentido de pertenencia de las comunidades quiteñas.