La plaza de Santo Domingo, considerada durante siglos el ingreso austral de la ciudad, pues constituía el primer espacio importante al que llegaban los viajeros que llegaban desde el sur del territorio, es hoy uno de los sitios más emblemáticos del Centro Histórico quiteño, tanto por el conjunto religioso que le da su nombre, como por las construcciones aledañas que guardan capítulos importantes de la historia nacional.
Aparentemente la plaza fue un espacio público desde la época de la ciudad incásica, es decir aproximadamente desde el año 1500, que continuó con este uso tras la llegada de los hispanos apenas treinta y cuatro años después. Los dominicos obtuvieron designación de su gran solar en el año 1540, iniciando la construcción de la actual iglesia y convento en 1581 bajo la dirección y diseño del arquitecto Francisco Becerra, misma que se extendió hasta 1688. Algunos elementos neogóticos y neorrenacentistas fueron añadidos en el siglo XIX, incluido el atar mayor.
Uno de los elementos más llamativos del entorno lo constituye el Arco de Santo Domingo, construido para aumentar el espacio de la Capilla de la Virgen del Rosario sobre la calle Rocafuerte, vía que conecta con el tradicional barrio de La Loma Grande, para cuyos vecinos es paso obligado y parte constituyente de su cotidianidad. A un lado podemos encontrar, además, el obelisco que marca el inicio de la Carretera Nacional, construida durante la presidencia de Gabriel García Moreno para conectar Quito con Alausí, hasta donde pretendía que subiera el tren que se construía en la Costa por esa misma época.
Al centro del espacio se levanta el monumento a Antonio José de Sucre, fundido en Francia por Alexandre Falguiere en 1887, e inaugurado el 10 de agosto de 1892 sobre un pedestal de 5 metros de alto diseñado y levantado por el arquitecto prusiano Franz Schmidt. La escultura fue colocada de tal modo que su dedo apuntara al sitio donde se libró la Batalla de Pichincha en 1822 contra los realistas hispanos, misma en la que Sucre fue el comandante.
En cuanto a las construcciones civiles de los flancos de la plaza, al sur podemos encontrar la última morada del presidente Gabriel García Moreno, pues fue su vivienda los meses previos a su asesinato en agosto de 1875, a pocos días de asumir su tercer periodo gubernamental. El edificio, levantado entre 1870 y 1874 por el arquitecto quiteño Juan pablo Sanz, con diseño del danés Thomas Reed, funciona actualmente como sede del Archivo Metropolitano de Historia y oficina del Cronista de la Ciudad.
A media cuadra del flanco occidental se puede observar una casa con portada de piedra, en cuyo dintel destaca un medallón con la imagen de Santa Helena de Constantinopla que perteneció originalmente al Arco de las Conceptas que cruzaba la calle Benalcázar, esquina con la Mejía. En el traspatio de esta residencia fue donde Antonio José de Sucre conocería por primera vez a su futura esposa, Mariana Carcelén, hija del Marqués de Solanda y Villarocha, la misma tarde de su triunfo en la Batalla de Pichincha.
Finalmente, ocupando todo el lado norte de la plaza se encuentra el Colegio Sagrados Corazones, construido entre 1656 y 1688 por los dominicos para albergar originalmente el Colegio San Fernando y la Universidad Santo Tomás de Aquino. En 1836 el edificio fue secularizado por el Gobierno de Vicente Rocafuerte, y en 1862 García Moreno se lo cedió a la orden francesa de las monjas de los Sagrados Corazones, invitadas por él para iniciar el proceso de educación femenina formal.