La plaza de La Merced, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI cuando se estableció la ciudad hispana, constituye también una de las más modestas del Centro Histórico debido a que sus dimensiones y diseño fueron afectados y reducidos con el pasar del tiempo, sobre todo por el cruce de la calle Chile que dividió el espacio en dos.
Inicialmente la plaza congregó a vecinos de un estatus igualmente modesto, entre los más célebres el herrero Francisco Cantuña, protagonista de la leyenda del atrio de San Francisco. Con el tiempo fue elevando su nivel social hasta que a finales del siglo XX se volvió una zona muy comercial que terminó por dispersar completamente a los vecinos.
En cuanto al conjunto de La Merced, su primera construcción fue el Convento, que con pequeños y modestos espacios fue creciendo desde 1537 sobre solares que habían sido asignados a los mercedarios, recién llegados a la naciente villa hispana de Quito a través de fray Hernando de Granada. El autor de los planos fue el padre Andrés de Solá.
El primer espacio público de adoración fue la Capilla de San Juan de Letrán, que para 1559 tenía como su primer patrono a Diego de Sandoval, uno de los fundadores de la ciudad hispana. Por otro lado, la iglesia comenzó a levantarse en 1598 por el padre Andrés de Solá y fue destruida en el terremoto de 1698, por lo que tuvo que reedificarse entre 1701 y 1736 por el arquitecto José Jaime Ortiz, siendo consagrada en 1747.
Tanto el templo como la sacristía poseen obras de artistas importantes como Bernardo de Legarda, autor del altar mayor en el siglo XVIII, y Víctor Mideros con su colección de en la republicana. La biblioteca del convento posee más de 22.000 volúmenes y 40.000 registros bibliográficos. En la plaza, en cambio, destaca la cruz de piedra adornada con pequeñas esculturas de leones, que la diferencian de otras similares en la ciudad.
Actualmente en los alrededores de este conjunto se encuentra la sede de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, adscrita a la Real Española; el centro comercial Granada, ocupando un edificio que en la segunda mitad del siglo XX fue uno de los más reconocidos cines de la ciudad; y el tradicional Colegio San Pedro Pascual de la misma orden mercedaria.