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Calacalí

Museo de Carlota Jaramillo

Ubicado en la parroquia rural de Calacalí, constituye un importante patrimonio cultural que honra la memoria de la cantante María Isabel Carlota Jaramillo Jaramillo (1904-1987), conocida como la Reina del Pasillo y la Reina de la Canción Nacional.

La residencia original fue construida a inicios del siglo XX sobre una planta rectangular de 9×12 metros, elevada 90 centímetros del terreno mediante muros de piedra y adobe, representando la arquitectura vernácula interandina. Tras quedar en ruinas, el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural (FONSAL) la rehabilitó integralmente en 2004, transformándola en museo mediante criterios de restitución que conservaron las técnicas constructivas tradicionales.

Carlota Jaramillo, nacida en Calacalí, se consolidó como soprano e icono del pasillo ecuatoriano después de ganar su primer concurso en 1922 en el Teatro Edén de Quito. Se graduó como maestra normalista en 1926 y grabó su primer disco en 1938, desarrollando una exitosa carrera en zarzuelas y radiodifusión.

El museo alberga objetos personales, trajes, discos de oro y platino, fotografías y documentos donados por su hija Nelly Araújo, funcionando como punto de memoria colectiva. Su autogestión por parte de la comunidad local refuerza el vínculo entre patrimonio y desarrollo sostenible de la parroquia rural.

Antiguo monumento a la Mitad del Mundo

El primer monumento a la Mitad del Mundo, ubicado actualmente en la parroquia de Calacalí, constituye un patrimonio cultural de extraordinario valor histórico y científico.

Este obelisco fue erigido originalmente en 1936 en San Antonio de Pichincha por iniciativa del geógrafo Luis Tufiño, con financiamiento del Comité Franco-Americano, para conmemorar el bicentenario de la Misión Geodésica Francesa (1736-1744), expedición científica que midió un arco del meridiano terrestre y comprobó el achatamiento polar de la Tierra.

La estructura arquitectónica presenta un diseño cuadrangular de 10 metros de altura, rematado por una esfera armilar y construido sobre una base piramidal de piedra andesita granítica extraída del cerro La Marca. El monumento incorpora cuatro monolitos orientados hacia los puntos cardinales, con inscripciones dedicadas a los científicos de la expedición: Pedro Vicente Maldonado, Jorge Juan, Antonio de Ulloa y La Condamine, además de grabados con escudos de España, Francia y Ecuador.

En 1979, el monumento fue desmontado y trasladado siete kilómetros hacia el occidente hasta su ubicación actual en una plaza de Calacalí, donde se reensambló pieza por pieza. Este traslado permitió dar paso a la construcción de la Ciudad Mitad del Mundo con su réplica de mayor escala.

Antigua pileta de San Francisco

La pila de agua original de la Plaza de San Francisco de Quito representa un valioso testimonio del patrimonio colonial ecuatoriano que ha encontrado nueva vida en la parroquia rural de Calacalí. Tallada en piedra volcánica por los frailes franciscanos alrededor de 1609, esta fuente ornamental sirvió durante más de tres siglos como punto de abastecimiento de agua para los vecinos del Centro Histórico quiteño, integrándose al sistema urbano colonial mediante canales y pondos que marcaron el desarrollo urbanístico de la época.

Con el embellecimiento afrancesado del espacio público de la ciudad, emprendido durante la época del alfarismo entre finales del siglo XIX e inicios del XX, la pila fue desarmada para dar paso al ajardinamiento neoclásico de la plaza de San Francisco. Su traslado a Calacalí se realizó en dos etapas: primero a San Antonio en 1900 y definitivamente a la plaza central de Calacalí en 1917, bajo la coordinación del teniente político Emiliano Hinojosa. El proceso de transporte duró aproximadamente dos meses, utilizando carretas jaladas por bueyes.

Artísticamente, la pila ejemplifica el barroco franciscano quiteño, caracterizado por motivos florales y geométricos tallados en piedra, con nichos superpuestos y ornamentación de bóvedas en el vaso central. Actualmente constituye un elemento identitario fundamental para Calacalí, formando parte del inventario metropolitano de piletas patrimoniales que promueve el turismo cultural en las parroquias rurales del Distrito Metropolitano de Quito.

Arepas de zapallo

Las arepas de zapallo de la parroquia rural de Calacalí constituyen un patrimonio cultural inmaterial de profundas raíces precolombinas que refleja la identidad gastronómica andina. Esta tradición culinaria se ha transmitido de generación en generación mediante el conocimiento oral, donde el zapallo, una cucurbitácea nativa del altiplano, se combinaba ancestralmente con granos de maíz para crear tortas y panecillos.

La receta tradicional incorpora harina de maíz tostado, puré de zapallo maduro, miel o panela, manteca, huevos y especias como anís, canela y clavo de olor, envueltos en hojas de achira y horneados hasta lograr una consistencia aromática y característica. El proceso de elaboración inicia con la cocción del zapallo en agua especiada, seguido de la mezcla con harina de maíz y otros ingredientes hasta formar una masa maleable que se hornea tradicionalmente en horno de leña.

Su valor patrimonial ha sido reconocido oficialmente, destacando su importancia como manifestación de la identidad gastronómica andina, vínculo comunitario y potencial turístico. Las autoridades locales promueven iniciativas de salvaguardia mediante talleres, concursos culinarios y difusión turística para preservar esta tradición ante los procesos de aculturización y motivar a las nuevas generaciones a mantener vivo este legado cultural de la Sierra quiteña.

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