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San Antonio de Pichincha

Abarca una superficie de 116,26 km² y posee una población de 49.984 habitantes según el Censo de 2022, de los cuales 15.395 residen en la cabecera parroquial, registrando una densidad promedio de 3,229 habitantes por kilómetro cuadrado.

San Antonio es heredera de una rica herencia histórica que se remonta a los pueblos prehispánicos Caranqui y Quitu, los que establecieron un observatorio astronómico para el seguimiento de solsticios y equinoccios. Durante la época virreinal hispana se conoció a la zona como Lulumbamba, que significa “llanura de frutas maduras”, hasta adoptar su nombre actual en 1901 cuando fue elevada a parroquia civil durante la presidencia de Leónidas Plaza.

El parque central constituye el núcleo urbano tradicional que articula el tejido social de la cabecera parroquial, con un diseño ceremonial que incluye quiosco central, jardineras y aceras adoquinadas. La Iglesia Central de San Antonio de Padua, construida en 1922 por el presbítero Dr. Manuel Benalcázar en estilo románico de cal y piedra, mide 38 metros de largo por 13,75 metros de ancho.

El patrimonio arquitectónico incluye construcciones religiosas, viviendas tradicionales y la Hacienda Chaupiyunga, que evidencian una mezcla de arquitectura andina tradicional, influencias coloniales y elementos republicanos. Esta diversidad patrimonial posiciona a San Antonio de Pichincha como un enclave de gran valor histórico y turístico que requiere gestión integral para su conservación.

Pucará de Rumicucho

El Pucará de Rumicucho es un sitio arqueológico de excepcional importancia ubicado en la parroquia rural de San Antonio de Pichincha, a unos 2.400 metros de altitud y muy cerca de la línea ecuatorial. Su nombre deriva del kichwa rumi (piedra) y cucho (rincón), significando “rincón de piedra”.

El sitio presenta una ocupación preincaica por grupos locales como panzaleos, quitus, caranquis y cuasmal, quienes ya utilizaban el lugar con fines ceremoniales. Los incas construyeron la fortaleza entre 1480 y 1500, durante los reinados de Túpac Yupanqui y Huayna Cápac, como parte de su expansión hacia el norte.

Arquitectónicamente, Rumicucho se distribuye en cinco terrazas escalonadas construidas con piedra rosada local y mortero de ceniza volcánica, abarcando casi tres hectáreas. La estructura aprovecha una colina natural modificada que mide 520 metros de largo, 120 de ancho y 24 de altura.

Su ubicación estratégica permitía controlar visualmente un amplio territorio y las rutas comerciales entre Quito y el norte, formando parte de una red de pucaráes que incluía Capillapamba, Palmitopamba y otros. El sitio cumplía múltiples funciones: militar, administrativa, ceremonial-religiosa y artesanal, destacándose por su intensa producción textil evidenciada por centenares de herramientas de hueso.

Declarado Monumento del Patrimonio Cultural del Ecuador por el INPC, ha sido objeto de extensas investigaciones arqueológicas desde 1976, siendo restaurado completamente por el Museo del Banco Central y FONSAL. Representa un testimonio excepcional de la arquitectura inca adaptada a condiciones locales y la integración de tradiciones culturales prehispánicas.

Centro ceremonial Catequilla

El Centro Ceremonial Catequilla, ubicado en la parroquia rural de San Antonio de Pichincha, constituye un sitio arqueológico de excepcional valor patrimonial. Su nombre deriva del kichwa kati (siguiendo) y killa (luna), reflejando su profunda conexión con prácticas ceremoniales lunares y astronómicas.

La importancia única de Catequilla radica en ser el único sitio arquitectónico prehispánico conocido que se construyó directamente sobre la línea ecuatorial con fines astronómicos y ceremoniales. Antes de la llegada incaica, fue utilizado por las culturas Quitu y Caranqui como observatorio astronómico y bohío ceremonial, aprovechando su ubicación estratégica en latitud 0°0′0″ para seguir los movimientos solares durante solsticios y equinoccios. Durante el periodo incaico, mantuvo estas funciones rituales, evidenciado por la presencia de cerámica de ambas culturas en las excavaciones.

Arquitectónicamente, el sitio presenta un muro semicircular de piedra de 107 metros de longitud y 68 metros de diámetro, construido en mampostería de piedra caliza local con inclinaciones calculadas para marcar posiciones solares específicas. Complementan esta estructura al menos trece discos líticos de 8 metros de diámetro con alineamientos astronómicos precisos.

Históricamente, sirvió como punto de referencia para la primera Misión Geodésica Francesa (1736-1744) en la determinación de la forma terrestre. Actualmente, este patrimonio cultural nacional enfrenta riesgos significativos por vandalismo y actividades extractivas, requiriendo urgente protección para preservar este testimonio excepcional de la cosmovisión astronómica andina.

Ciudad Mitad del Mundo

La Ciudad Mitad del Mundo es un complejo turístico, cultural y científico ubicado en la parroquia rural de San Antonio de Pichincha, al norte del Distrito Metropolitano de Quito, que conmemora la histórica Misión Geodésica Francesa del siglo XVIII y marca la línea ecuatorial terrestre mediante un gran monumento y la representación a escala natural de una tradicional ciudad virreinal hispana.

En 1736, la expedición geodésica franco-española, encabezada por Charles-Marie de La Condamine, Pierre Bouguer, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, junto al ecuatoriano Pedro Vicente Maldonado, llegó a los Andes para medir un cuadrante del meridiano y confirmar la forma de la Tierra. Este lugar, originalmente conocido como Lulumbamba (“llanura de frutas maduras”), se convirtió en San Antonio de Pichincha en 1901.

El monumento actual, construido entre 1979 y 1992 durante la prefectura de Marco Lándazuri Romo, consiste en una pirámide trunca de 30 metros de altura, elaborada con hormigón armado y revestida de andesita pulida. Cada lado apunta hacia un punto cardinal, y está coronada por un globo terráqueo metálico de 4,5 metros de diámetro que atraviesa una cinta marcando la línea ecuatorial.

El complejo alberga el Museo Etnográfico, que exhibe la riqueza cultural de las diversas etnias ecuatorianas. Su valor trasciende lo arquitectónico, representando un símbolo de identidad nacional, un espacio de divulgación científica donde los visitantes experimentan fenómenos de la rotación terrestre, y un motor de desarrollo local que preserva tanto la memoria geodésica europea como las tradiciones ancestrales indígenas.

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