La parroquia rural de Puéllaro, ubicada a 69 km al noreste de Quito y a 2.063 metros de altitud, reúne más de cuatro siglos de historia y tradiciones heredadas de los pueblos caranquis e incas. Fundada formalmente en 1861 tras la gestión de Pedro de Puelles en 1534, conserva un trazado urbano centrado en su plaza principal, escenario de festividades como la peregrinación al Santuario cada noviembre.
Su parque central está flanqueado por la Capilla Antigua del siglo XVII, construida en cangahua y madera con techos de teja colonial, y la iglesia moderna de piedra erigida en el siglo XX, reflejo de la minga comunal. La iglesia de San Pedro, diseñada en 1820 por el padre Pedro Brüning, combina piedra y ladrillo inspirándose en modelos europeos, y junto con dos templos auxiliares configura uno de los conjuntos patrimoniales más singulares de la Ruta Escondida de Quito.
En sus 72,28 km² habitan poco más de 5.400 personas, distribuidas con una densidad de 76 habitantes por kilómetro cuadrado, que preservan costumbres ancestrales y promueven el turismo cultural.
Grito y saque de las almas
El Grito y Saque de las Almas de Puéllaro es una práctica ancestral de dicha parroquia rural del Distrito Metropolitano de Quito que combina raíces indígenas y españolas surgidas en la época colonial, conservándose de manera ininterrumpida hasta la actualidad.
Cada año, entre el 24 de octubre y el 1 de noviembre, el animero realiza una novena nocturna para interceder por las almas del purgatorio, vistiendo de blanco y portando una campana eucarística que hace sonar para invocar a Dios Padre, a Jesucristo y a la Virgen del Carmen. A medianoche, el animero pronuncia el “Grito de las Almas” y recorre las calles mientras reza el Rosario y canta plegarias como “Un Padrenuestro y Ave María para el descanso de las almas benditas del santo purgatorio”. Los vecinos, al escuchar la campana, encienden sus luces y recitan oraciones en puertas y ventanas; en ocasiones invitan al animero a sus hogares para rezar por difuntos específicos a cambio de ofrendas.
Reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de Quito, este rito refuerza la cohesión comunitaria y facilita el duelo al mantener viva la memoria de los muertos. La continuidad de este ritual no solo preserva la identidad local de Puéllaro, sino que también enriquece el panorama cultural ecuatoriano al evidenciar la fusión de cosmovisiones prehispánicas y católicas.