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Calderón

Celebración del Día de Difuntos

La celebración del Día de los Difuntos en la parroquia rural de Calderón constituye una manifestación cultural compleja que fusiona elementos prehispánicos y coloniales, sostenida por la imaginería comunitaria y el orgullo local.

Cada año, el primero de noviembre se abre simbólicamente el portal que enlaza a vivos y muertos, y las familias instalan altares en sus hogares y recorren las calles iluminadas con velas y cantos hasta el cementerio. Allí, el difunto, tras ser bañado y purificado en el hogar durante tres días, recibe la despedida definitiva con ofrendas que incluyen la colada morada y las guaguas de pan, símbolos de comunión con quienes partieron y de continuidad de vínculos afectivos.

El ritual de alimentar al difunto refleja la cosmovisión andina sobre el más allá, donde la comida actúa como puente entre el mundo terrenal y el espiritual, garantizando la saciedad de los ancestros y evitando su hambre en el inframundo. Estas prácticas culinarias, transmitidas de generación en generación, sirven además para enseñar saberes tradicionales y estrechar lazos interfamiliares.

En tiempos recientes, el programa Aya Markay Quilla impulsado por el Municipio de Quito ha institucionalizado esta celebración, incorporando procesiones, danzas andinas y mingas de limpieza en los cementerios de La Capilla, San Miguel y Llano Grande. Estas actividades cumplen un papel fundamental en la revitalización de la tradición, pues promueven la participación colectiva y refuerzan el sentido de pertenencia a la comunidad.

Las múltiples investigaciones académicas y productos comunicativos dedicados a Calderón han documentado estos rituales como patrimonio cultural vivo. Gracias a este conjunto de prácticas, Calderón se mantiene como un ejemplo de resistencia cultural en el Distrito Metropolitano de Quito, donde las tradiciones funerarias siguen siendo eje de identidad y memoria colectiva.

Elaboración de bordados y figuras de mazapán

La parroquia rural de Calderón, al noreste de Quito, alberga dos expresiones artesanales declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador: los bordados tradicionales y las figuras de mazapán. Ambas manifestaciones surgen del sincretismo entre saberes indígenas y europeos, consolidándose como emblemas de identidad local y motores de desarrollo comunitario.

Los talleres de bordado, organizados en comunas y asociaciones de mujeres sobre todo en la zona de Llano Grande, utilizan telares de pedal e hilos teñidos con pigmentos naturales para recrear motivos andinos que reflejan la cosmovisión de la comunidad. Paralelamente, la elaboración de mazapán, originalmente asociado a rituales de ofrenda, evolucionó en el siglo XX hasta convertirse en delicadas esculturas de harina, colorantes y cola vegetal, que representan figuras humanas, animales y motivos navideños.

El proceso de fabricación de las figuras de mazapán combina la destreza manual del modelado con técnicas de secado de varios días y barnizado protector, lo que otorga a cada pieza gran detalle y durabilidad. En su apogeo, este oficio sostenía económicamente a la mayoría de las familias de Calderón, llegando a registrar más de dos mil productores en las décadas centrales del siglo pasado.

Hoy, la Unión Artesanal de Productores Progresistas de Mazapán agrupa a artesanos que buscan diversificar mercados y promover exportaciones, mientras las bordadoras mantienen vivas las técnicas ancestrales y generan espacios de formación para las nuevas generaciones. Sin embargo, la creciente urbanización y la competencia de productos industriales han reducido la demanda de estas artesanías tradicionales, poniendo en riesgo su continuidad.

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