La parroquia rural de Tumbaco, ubicada a 14 kilómetros al oriente de Quito en el Distrito Metropolitano, constituye un importante centro histórico y cultural con más de 350 años de tradición. Fundada oficialmente como parroquia eclesiástica el 8 de diciembre de 1670 bajo la advocación de “Nuestra Señora de la Limpia Concepción” y ratificada como parroquia civil en 1861, Tumbaco debe su nombre a la indígena Cristina Tumaco, quien donó los terrenos para la fundación del pueblo.
Con una superficie de 182 kilómetros cuadrados y situada a 2.332 metros sobre el nivel del mar, la parroquia alberga una población de 49.944 habitantes según el censo de 2010, experimentando un acelerado crecimiento demográfico del 3,84% anual. Su territorio presenta una rica diversidad étnica, incluyendo 1.653 individuos pertenecientes a diferentes nacionalidades y pueblos indígenas.
El corazón de Tumbaco es su Parque Central, ubicado frente a la emblemática Iglesia Antigua del siglo XVII, una joya arquitectónica colonial con más de 400 años de historia. La arquitectura patrimonial incluye construcciones de adobe con elementos barrocos y la histórica cruz de piedra de 1538, construida apenas cuatro años después de la fundación hispana de Quito.
Las tradiciones culturales se mantienen vivas a través de festividades como las fiestas patronales del 8 de diciembre, los Animeros con más de 300 años de antigüedad, y la “Toma de la Plaza” durante el Inti Raymi. Estas manifestaciones, junto con su patrimonio arquitectónico, consolidan a Tumbaco como un referente cultural del Distrito Metropolitano de Quito.
Animeros
Los Animeros de la parroquia rural de Tumbaco, en el Distrito Metropolitano de Quito, representan una tradición funeraria ancestral de aproximadamente 300 años de antigüedad que forma parte del patrimonio cultural inmaterial ecuatoriano. Esta práctica ritual surgió durante la época colonial con la evangelización jesuita, fusionándose con las tradiciones funerarias de los Yumbos, pueblo originario que habitaba la región.
Vestido con camisón blanco, rosario, campana y portando una calavera, el Animero realiza recorridos procesionales desde la iglesia hasta el cementerio durante los 15 días previos al Día de los Difuntos, rezando por las almas que no han encontrado descanso. La comunidad participa acompañando con velas en una demostración de fe colectiva.
Esta práctica ejemplifica el sincretismo religioso entre elementos católicos y la cosmovisión andina, manteniendo la función del animero como mediador entre vivos y muertos. Tras un período de interrupción de 20 años, la tradición se encuentra en proceso de recuperación gracias a iniciativas de colectivos culturales locales y el reconocimiento oficial como patrimonio inmaterial. Los Animeros de Tumbaco constituyen un testimonio vivo de la resistencia cultural andina y la capacidad de adaptación de las tradiciones ancestrales.